Che Guevara.

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Ernesto Che Guevara

Un año de lucha armada(1)

Al iniciarse el año 1958 cumplimos más de uno de lucha. Se impone un pequeño recuento de nuestra situación alcanzada en el plano militar, organizativo y político y de cómo fuimos avanzando.

Recordemos sucintamente, en lo militar, que nuestra tropa desembarcó el día 2 de diciembre de 1956 en la playa Las Coloradas, fue sorprendida y batida en Alegría de Pío tres días después, el 5 de diciembre, y se reagrupó a finales de ese mismo mes, para volver a iniciar las acciones en la escala pequeña que correspondía a nuestra nueva fuerza, en La Plata, pequeño cuartel situado a las orillas del río del mismo nombre en la costa sur de Oriente.

La característica fundamental de nuestra tropa, en todo el período que va desde el desembarco y la inmediata derrota de Alegría de Pío hasta el combate del Uvero, es la existencia de un solo grupo guerrillero dirigido por Fidel Castro, y la movilidad constante (fase nómada, podríamos llamarle).

Las conexiones con la ciudad se establecen lentamente en el lapso comprendido entre el 2 de diciembre y el 28 de mayo, fecha del combate del Uvero. Estas relaciones, durante el tiempo analizado, se caracterizan per la incomprensión por parte de la dirección del Mo vimiento en el Llano, de nuestra importancia como vanguardia de la Revolución y de la altura de Fidel como jefe de ella.

Es en este momento en que se forjan dos opiniones distintas en cuanto a la táctica a seguir, respondiendo a dos conceptos estratégicos, distintos, bautizados entonces como la Sierra y el Llano, nuestras discusiones y nuestras luchas internas fueron bastante agudas. Con todo, en esta fase la preocupación fundamental era subsistir e ir creando la base guerrillera. El campesinado ha seguido un proceso que hemos analizado en reiteradas oportunidades. En el instante siguiente al desastre de Alegría de Pío, hubo un cálido sentimiento de compañerismo y un apoyo espontáneo" a nuestra tropa en derrota, después del reagrupamiento y las primeras acciones, conjuntamente con la represión del ejército se produce el terror entre los campesinos y la frialdad ante nuestras fuerzas. El problema fundamental era que si nos veían tenían que denunciarnos, pues si el ejército llegaba a saberlo por otras vías estaban perdidos; la denuncia iba contra su propia conciencia y, además, también los ponía en peligro porque la justicia revolucionaria era expedita.

Pese a un campesinado aterrorizado, a lo más neutral, inseguro, que elegía, como método para sortear la gran disyuntiva, el abandonar la Sierra, nuestro ejército fue asentándose cada vez más, haciéndose más dueño del terreno y logrando el control absoluto de una zona de la Maestra que llegaba más allá del Pico Turquino hacia el este y hasta las inmediaciones del pico denominado Caracas en el oeste. Poco a poco, cuando los campesinos vieron lo indestructible de la guerrilla y !o largo que lucía el proceso de lucha, fueron reaccionando en la forma más lógica e incorporándose a nuestro ejército como combatientes. Desde ese momento, no sólo nutrieron nuestras filas, sino que ademas ae agruparon a nuestro lado, el ejército guerrillero se asentó fuertemente en la tierra, dada la característica de los campesinos de tener parientes en toda la zona. Esto es lo que llamamos vestir de yarey a la guerrilla.

La columna no se nutrió solamente por el aporte de los campesinos y el de los voluntarios individuales, también de fuerzas enviadas por la dirección nacional y la provincial de Oriente que tenía bastante autonomía. En el período que va desde el desembarco hasta Uvero, llega una columna compuesta por unos cincuenta hombres divididos en cinco pelotones de combatientes cada uno con un arma, aunque las había de distinto tipo y sólo 30 eran de buena calidad. Antes de la llegada de este grupo se habian realizado los combates de La Plata y 6e Arroyo del Infierno, habíamos sido sorprendidos en los Altos de Espinosa, perdiendo un hombre y otra vez estuvimos a punto de serlo en la región de Gaviro; había un traidor infiltrado en nuestra pequeña tropa que llevara tres veces el ejército hacia donde estábamos y que tema la encomiende de matar a Fidel.

Con las amargas experiencias de estas sorpresas y la vida dura del monte, fuimos adquiriendo temple de veteranos. La nueva tropa recibió su bautismo de fuego en el combate de Uvero. Esta acción tiene una gran importancia porque marca el instante en que realizamos un ataque frontal contra un puesto bien defendido, a la luz del día. Además, fue uno de los sucesos más sangrientos de la guerra, habida cuenta de la duración del combate y de la cantidad de participantes en él. A raíz de este encuentro fueron, desalo jadas por el enemigo las zonas costeras de la Sierra Maestra.

Posteriormente a Uvero y después del reencuentro con la columna principal de una, pequeña, que había quedado a mi cargo con los heridos y se había ido nutriendo de distintos combatientes aislados, se me nombra jefe de la segunda columna, nominada 4, que debía operar al este del Turquino. Vale decir, la columna dirigida personalmente por Fidel operaría fundamentalmente al oeste de ese pico y la nuestra del otro lado, hasta donde pudiéramos abarcar. Había cierta independencia de mando táctico, pero estábamos dirigidos por Fidel, con el cual manteníamos correspondencia por medio de mensajeros cada semana o quince días.

Esta división coincidió con el aniversario del 26 de Julio y mientras las tropas de la columna 1, José Martí, atacaban Estrada Palma, haciendo una serie de demostraciones, nosotros marchábamos aceleradamente hacia la zona de Bueycito, poblado al que atacamos y tomamos como primera acción. Desde la fecha apuntada hasta los primeros días de enero del año 58, se produce la consolidación del territorio rebelde; el ejército, para entrar, tiene que concentrar fuerzas y avanzar en columnas fuertes; los preparativos son grandes y los resultados escasos, ya que no tienen movilidad. Varias columnas enemigas son cercadas y otras diezmadas o, al menos, detenidas. Aumenta el conocimiento de la zona y la capacidad de maniobra, iniciándose el periodo sedentario o de fijación perenne al terreno. En el primer ataque a Pino del Agua utilizamos métodos más sutiles, engañando totalmente al enemigo, pues ya conocíamos sus costumbres, según lo previó Fidel, días después de dejarse ver en la zona llegaría la expedición punitiva... y mi tropa los esperaba emboscada, mientras Fidel se hacía ver por otros lares.

A fines del año, las tropas enemigas se retiraban una vez más de la Sierra y quedábamos dueños del territorio existente entre el Pico Caracas y Pino del Agua, de oeste a este, el mar al sur y los pequeños poblados de las estribaciones de la Maestra, ocupados por el ejército al norte.

Nuestra zona de operaciones se ampliaría grandemente al ser atacado por segunda vez Pino del Agua, por todas nuestras fuerzas en conjunto bajo la dirección personal de Fidel y formarse dos nuevas columnas, la 6, que llevaría el nombre de Frank País, al mando de Raúl y la columna de Almeida. Ambas eran desprendimientos de la 1, comandada por Fidel, la que fue nutriente perenne de estos desgajamientos que se producían para asentar nuevas fuerzas en territorios distantes. Así se vigorizaría la tendencia iniciada con la formación de la columna 4, que se puede comparar al fenómeno de creación de nuevas columnas a partir de la colmena madre, la columna 1.

El periodo de consolidación de nuestro ejército, en e] cual no podíamos atacar por falta de fuerzas las posiciones que el enemigo ocupaba en puntos fortificados y relativamente fáciles de defender, y éste no avanzaba sobre nosotros, se mantuvo como característica hasta e! segundo combate de Pino del Agua, el 16 de febrero del año 1958.

En nuestro campo se han sufrido las muertes de los mártires del Granma, todas ellas sentidas, pero de particular significación las de Ñico López y Juan Manuel Márquez. Otros combatientes que por su arrojo, y sus cualidades morales habían adquirido gran prestigio entre la tropa, han dejado su vida en este primer año, entre ellos, cabe citar a Nano y Julio Díaz, que no eran hermanos, muertos los dos en el combate de Uvero y el último veterano del Moncada, Ciro Redondo, muerto en el combate de Mar Verde, el capitán Soto, muerto en el combate de San Lorenzo. En la lucha en las ciudades, además de un largo número de mártires, debíamos apuntar como la pérdida más grande de la Revolución hasta ese momento, la muerte de Frank País en Santiago de Cuba.

A la lista de hechos de armas en la Sierra Maestra, debía adjuntarse el trabajo desplegado, por las fuerzas del Llano en las ciudades. En todas las principales poblaciones del pais actuaban grupos que combatían el régimen de Batista, pero los dos polos de lucha más importantes estaban en La Habana y Santiago. En la primera, el Movimiento infructuosamente trató de desarrollar una línea armada que diera señales constantes de vida y movimiento, Santiago por el contrario, se convertía en una trinchera de primer orden en la larga batalla contra la dictadura batistiana, está ligada geográficamente con la Sierra Maestra.

Lo que faltó en todo momento fue una conexión completa entre el Llano y la Sierra, debido a dos factores fundamentales: el aislamiento geográfico de la Sierra y las divergencias de tipo táctico y estratégico entre los dos grupos del Movimiento. Este último fenómeno provenía de concepciones sociales y políticas diferentes.

La Sierra estaba aislada por sus condiciones naturales y además por los cordones de vigilancia que en algunos momentos llegaron a hacerse extremadamente difíciles de pasar. En este breve bosquejo de la lucha del país en un año, habría que señalar también las acciones en general infructuosas y que llegaron a tristes resultados, de otros grupos dé combatientes.

El 13 de marzo de 1957, el Directorio Estudiantil atacaba Palacio en un intento de ajusticiar a Batista. En esa acción cayó un selecto puñado de combatientes, encabezados por el presidente de la FEU y gran luchador, todo un símbolo de nuestra juventud, Manisanita, Echeverría.

Pocos meses después, en mayo, se intentaba un desembarco que probablemente haya sido entregado antes de partir de Miami, pues era financiado con los dineros del traidor Prío, y cuyo resultado fue una masacre casi completa de los participantes. Se trata de Ja expedición del Corinthia, dirigida por Calixto Sánchez, muerto, como casi todos sus compañeros, por Cowley, el asesino de la zona norte de Oriente que después fuera ajusticiado por miembros de nuestro Movimiento.

Se iniciaba la fijación de grupos de lucha en el Escambray, orientados algunos de ellos por el Movimiento 26 de Julio y otros por el Directorio Estudiantil. Estos últimos fueron encabezados primero por un miembro del Directorio que traicionaría a esa agrupación, para después traicionar a toda la Revolución, el hoy exiliado Gutiérrez Menoyo.

Los combatientes leales al Directorio formaron una columna aparte que después dirigía el comandante Chomón y los restantes dieron origen al llamado II Frente Nacional del Escambray.

Se formaban pequeños núcleos en las sierras de Cristal y de Baracoa, a veces mitad guerrillas y mitad “comevacas”, que Raúl debió depurar en su invasión con la columna 6. Otro aspecto de la lucha armada de esta época es el alzamiento de la base naval de Cienfuegos, el 5 de septiembre de 1957, dirigido por el teniente San Román, que fuera asesinado a raíz del fracaso del golpe. La base naval de Cienfuegos no estaba destinada a alzarse sola, ni fue una acción espontánea, era parte de un gran movimiento subterráneo entre las fuerzas armadas, dirigido por un grupo de militares llamados puros (los no maculados con los crímenes de la dictadura) que estaban —hoy se ve claro— penetrados por el imperialismo yanqui. Por algún oscuro motivo, el alzamiento fue pospuesto para otra fecha pero, la base naval de Cienfuegos, por no recibir la orden a tiempo o no poder impedirlo ya, resolvió alzarse. En el primer momento dominaron la situación pero cometieron el trágico error de no encaminarse a la Sierra del Escambray, distante sólo algunos minutos de Cienfuegos, cuando tenían dominada toda la ciudad y disponían de los medios para hacerlo con rapidez y formar un sólido frente en la montaña.

Tienen participación activa dirigentes nacionales y locales del 26 de Julio, y el pueblo participa, al menos en el entusiasmo que provoca el alzamiento y algunos toman las armas. Esto puede haber creado obligaciones morales a los jefes del mismo que les atara más aún a la ciudad conquistada, pero el desarrollo de los acontecimientos sigue una línea lógica en este tipo de golpe que la historia recoge antes y después de él. Juega aquí, evidentemente, un papel importante el poco valor dado por los militares de academia a la lucha guerrillera, la falta de fe en la guerrilla como expresión de la lucha del pueblo. Y fue así como los conjurados, pensando probablemente que sin el auxilio de sus compañeros de armas estaban derrotados decidieron sostener una lucha a muerte en los estrechos limites de una ciudad, de espaldas al mar, hasta ser prácticamente aniquilados por la superioridad del enemigo que movilizó cómodamente sus tropas convergiendo sobre Cienfuegos. El 26 de Julio, participando como asociado sin armas, no hubiera podido cambiar el panorama aunque sus dirigentes vieran claro el resultado final, cosa que tampoco ocurrió. La lección para el futuro es que el poseedor de la fuerza dicta la estrategia.

Las grandes matanzas de civiles, los fracasos repetidos y los asesinatos cometidos por la dictadura en distintos aspectos de la lucha que se han analizado indicaba que la acción guerrillera en terrenos favorables era la expresión más acabada de la técnica de la lucha popular frente a un gobierno despótico y fuerte todavía, y la menos dolorosa para los hijos del pueblo. Mientras nuestras baja? se contaban con los dedos, después del asentamiento de la guerrilla —si bien eran companeros sobresalientes por su valor y por su decisión en el combate—, en las ciudades también morían los decididos, pero los seguía un gran número de individuos de menor significación revolucionaria y, hasta inocentes de lo imputado, debido a la gran vulnerabilidad frente a la acción represiva.

Al finalizar este primer año de lucha, el panorama era de un alzamiento general en todo el territorio nacional. Se sucedían los sabotajes, que iban desde algunos técnicamente realizados y bien meditados, hasta acciones terroristas banales realizadas al calor de impulsos individuales, dejando un saldo doloroso de muertes inocentes y de sacrificios de los mejores luchadores, sin significar un verdadero provecho a la causa del pueblo,

Nuestra situación militar se consolidaba y era amplio el territorio que ocupábamos. Estábamos en una paz armada con Batista, sus capitanes no subían a la Sierra y nuestras tropas no podían bajar mucho, el cerco se estrechaba todo lo que podía el enemigo, pero nuestras tropas lo burlaban aún.

En el aspecto organizativo, nuestro Ejército Guerrillero había avanzado lo suficiente como para tener, al final del año, organizaciones elementales de acopio, algunos servicios industriales mínimos, hospitales y comunicaciones formadas.

  • Los problemas del guerrillero eran muy simples, para subsistir individualmente necesitaba comida en pocas cantidades, alguna ropa y algunas medicinas indispensables, para subsistir como guerrilla, es decir, como fuerza armada en lucha, armas y parque, para desarrollarse en el aspecto político, vehículos de propaganda. Para poder asegurar estas necesidades mínimas, era preciso que existiera un aparato de comunicaciones e información.
  • Al principio, las pequeñas fuerzas guerrilleras, una veintena de hombres, comían una magra ración de alguno de los vegetales de la Sierra, algún caldo de pollo, en los casos de banquete o algún puerco de los campesinos, pagándolo religiosamente. A medida que iban aumentando las guerrillas y los grupos de preguerrilieros que se entrenaban, eran necesarios abastecimientos más copiosos. Los campesinos de la Sierra no tienen animales vacunos, y, en general, toda su dieta ha sido de subsistencia, dependiendo del café para lograr los artículos industriales que necesiten o algunos comestibles imprescindibles como la sal, que no existe en la Sierra. Como primera medida, ordenamos siembras especiales a algunos campesinos, a los cuales asegurábamos las compras de las cosechas de frijoles, de maíz, de arroz, etc., y, al mismo tiempo, organizábamos con algunos comerciantes de los pueblos aledaños, vias de abastecimiento que permitían llevar a la Sierra la comida y algunos equipos. Se crearon arrias de mulos pertenecientes a las fuerzas guerrilleras.

    En cuanto a las medicinas, se obtenían de la ciudad, pero no siempre en la cantidad y calidad requeridas, por lo tanto debíamos mantener también cierta organización para asegurarlas.

    Las armas fue difícil lograrlas desde el Llano, a las dificultades naturales del aislamiento geográfico, se agregaban las necesidades de las mismas fuerzas de las ciudades y su renuencia a entregarlas a las fuerzas guerrilleras, duras discusiones tuvo que mantener Fidel para que algunos equipos llegaran. El único cargamento importante que podemos apuntar en este primer año de lucha, fuera del que trajeron los propios combatientes incorporados, fue un remate de las armas utilizadas en el ataque a Palacio que fue transportado con la complicidad de un gran maderero latifundista de la zona, llamado Babún, a quien ya nos hemos referido en estas notas.

    El parque escaseaba mucho, lo recibíamos contado y sin la variedad necesaria, pero para nosotros fue imposible organizar fábricas, ni siquiera recargar cartuchos en esta primera época, salvo las balas de revólver 33, que eran recargadas por el armero con un poco de pólvora, y algunos 30-06 que se usaban en los fusiles de cerrojo, ya que en los fusiles semiautomáticos se trababan e im-pedían su funcionamiento correcto.

    En el aspecto de la organización de la vida de los campamentos y las comunicacionas, se establecieron algunas regulaciones sanitarias y en esta época nacieron los hospitales, uno de éstos estaba instalado en la zona bajo mi mando, en un lugar de bastante difícil acceso y que ofrecía relativa seguridad a los heridos, pues era invisible desde el aire, pero el ambiente húmedo del paraje, rodaado de montes, era bastante insalubre para los heridos o enfermos que allí estaban. Este hospital fue organizado por el compañero Sergio del Valle. Los médicos Miartínez Páez, Vallejo y Piti Fajardo, organizaban en la columna de Fidel hospitales similares, pero solamente adquirieron categoría superior en el segundo año de la lucha.

    Las necesidades de equipo de la tropa, tales como cartucheras, cananas, mochilas, zapatos, eran cubiertas por una pequeña talabartería que habíamos desarrollado en nuestra zona (el primer gorro del ejército que salió fue llevado por mi a Fidel, orgullosamente, un tiempo después, pero me montaron una jarana terrible, porque decían que era una gorra de guagüero, palabra cuyo significado no conocía bien hasta ese momento, el único que se mostró clemente conmigo fuá un concejal batistia no de Manzanillo que había ido de visita en trámites para pasarse a nuestras fuerzas y que la llevó consigo de recuerdo).

    Nuestra creación industrial más importante era una pequeña herrería y armería, donde se arreglaban las armas defectuosas y, al mismo tiempo, se hacían bombas, minas de distinto tipo y el famoso M-26. Las minas se hacían al principio con hojalata y se las llenaba con el material de las bombas que frecuentemente lanzaba la aviación enemiga y no explotaban, estas minas eran muy defectuosas, tenían además un percutor de contacto, por presión sobre un fulminante, que fallaba mucho. Posteriormente un compañero tuyo la idea de usar la bomba completa para ataques mayores, quitándole el fulminante a la misma y poniendo en su lugar una escopeta con un cartucho, el gatillo de la escopeta se halaba con un cordel desde lejos y explotaba. Más adelante, perfeccionamos el sistema, haciendo fundiciones especiales con metal patente y poniéndole fulminantes eléctricos, lo que dio mejores resultados. Aunque nosotros empezamos este desarrollo, el que le dio verdadero impulso fue Fidel y, posteriormente, Raúl en su nuevo centro de operaciones, creando industrias más poderosas que las que existían en este primer año de guerra.

    Para la satisfacción de los fumadores de nuestra tropa, teníamos una fábrica de tabacos, que los hacía muy malos, pero sabían a gloria cuando no había otros.

    La carnicería de nuestro ejército se abastecía con reses que confiscábamos a chivatos y latifundistas y el reparto era equitativo, parte para la población campesina y parte para nuestras propias fuerzas.

    En cuanto a la difusión de nuestras ideas, primero creamos un pequeño periódico llamado El Cubano Libre, en recordación de los héroes de la manigua, del cual salieron tres o cuatro números bajo nuestra dirección para pasar luego a la de Luis Orlando Rodríguez y, posteriormente, Carlos Franqui, que le dio un nuevo impulso. Teníamos un mimeógrafo traído del Llano y con él tirábamos los números.

    Al finalizar esté primer año de guerra y comenzar el segundo, teníamos una pequeña planta transmisora. Las primeras transmisiones formales se realizaron en los dias de febrero del año 1958 y los únicos oyentes que tuvimos fueron Pelencho, un campesino cuyo bohío estaba situado en la loma de enfrente a la planta y Fidel, que estaba de visita en nuestro campamento preparando las condiciones para atacar Pino del Agua, y escuchó la transmisión de nuestro receptor. Paulatinamente fue mejorando la calidad técnica de las emisiones, pasando entonces a la columna 1, siendo una de las estaciones de más “rating” de Cuba, al finalizar la campaña en diciembre del 58.

    Todos estos pequeños adelantos, incluyendo algunos equipos, como un torno de un metro de bancada y algunos dinamos que, trabajosamente, habíamos subido a la Sierra para tener luz eléctrica, se debían a nuestras propias conexiones. Frente a las dificultades, tuvimos que ir creando una red propia de comunicaciones e informaciones, en ese aspecto jugaron un papel importante Lidia Doce, en mi columna, y Clodomira, en la de Fidel.

    La ayuda de aquella época no era solamente de la población de los pueblos aledaños, sino incluso, la burguesía de las ciudades aportaba algunos equipos a la lucha guerrillera. Nuestras lineas de comunicaciones llegaban a los poblados de Contramaestre, Palma, Bueycito, las Minas de Bueycito, Estrada Palma, Yara, Bayamo, Manzanillo, Guisa y estos puntos eran utilizados como intermedio para después traerlas a lomo de mulo, por caminos escondidos de la Sierra, hasta nuestras posiciones. A veces, las tropas que se estaban entrenando y no tenían armas todavía, bajaban con algunos de nuestros hombres armados hasta las poblaciones más cercanas, como Yao o las Minas y a tiendas bien abastecidas de la comarca, cargábamos a hombro los abastecimientos hacia nuestros refugios. El único articulo que nunca nos faitó en la Sierra Maestra, o casi nunca, fue el café, a veces tuvimos falta hasta de sal, que es uno de los alimentos más importantes para la vida y cuyas virtudes se reconocen plenamente cuando escasea.

    Cuando ya nuestra emisora se hizo al aire y se conocío sin lugar a dudas en todo el ámbito de la república, la presencia beligerante de nuestras tropas, fueron aumentando las conexiones y haciéndose más complicadas, llegando incluso a La Habana y Camagüey, donde teníamos centros importantes de aprovisionamiento, por el oeste, y a Santiago por el este.

    El servicio de informaciones estaba desarrollado de tal manera que los campesinos de la zona inmediatamente avisaban la presencia, no soto del ejército, sano de cualquier extraño y podíamos apresarlo fácilmente para investigar su actuación, asi fueron eliminados muchos agentes del ejército y chivatos que se infiltraban en la zona para averiguar de nuestra vida y hazañas.

    El servicio jurídico empezaba a estructurarse, pero todavía no había sido promulgada ninguna ley de la Sierra.

    Tal era nuestra situación organizativa al comenzar el último ano de la guerra.

    En cuanto a la lucha política, era muy complicada y contradictoria. La dictadura de Batista se desenvolvía con la ayuda de un congreso elegido mediante fraudes de tal tipo que aseguraban una cómeda superioridad al gobierno.

    Se podían expresar, cuando no había censura, algunas opiniones disidentes, pero voceros oficiosos u oficiales del régimen llamaban a la concordia nacional con sus voces potentes, transmitidas en cadena para todo el territorio nacional. Con la histérica voz de Otto Meruelo se alternaban las engoladas de los payasos Pardo Llda y Conte Agüero y, este último, en la palabra escrita, repetía los conceptos de la radio, llamando al “hermano Fidel” a la coexistencia con el régimen batistiano.

    Los grupos de oposición eran muy variados y disimiles, aunque la mayoría tenía el denominador común de su disposición de tomar para si el poder (léase fondos públicos). Esto traía como consecuencia una sórdida lucha intestina para asegurar ese triunfo. Los grupos estaban totalmente penetrados por los agentes de Batista que, en el momento oportuno, denunciaban cualquier acción de alguna envergadura. A pesar del carácter gangsteril y arribista de estas agrupaciones, también tuvieron sus mártires, algunos de reconocida valía nacional, pues el desconcierto era total en la sociedad cubana y hombres honestos y valientes sacrificaban su vida en aras de la regalada existencia de personajes como Prío Socarrás.

    El Directorio tomaba el camino de la lucha insurreccional, pero se separaba de nuestro movimiento manteniendo una línea propia; el PSP se unía a nosotros en algunas acciones concretas, pero existían récelos mutuos que impedían la acción común y fundamentalmente el partido de los trabajadores no había visto con suficiente claridad el papel dé la guerrilla, ni el papel personal de Fidel en nuestra lucha revolucionaria.

    En una discusión fraterna le dije una frase a un dirigente del PSP que él repitiera a otros como expresión de una verdad dé aquel momento: “Ustedes son capaces de crear cuadros que se dejen despedazar en la oscuridad de un calabozo, sin decir una palabra, pero no de formar cuadros que tomen por asalto un nido de ametralladora.”

    Desde mi punto de vista sectorial de la guerrilla había definido el resultado de un concepto estratégico, la decisión de luchar contra el imperialismo y los desmanes de las clases explotadoras, pero la falta de visión de la posibilidad de tomar el poder.

    Después se incorporarían hombres de espíritu guerrillero, pero ya faltaba poco tiempo para el final de la lucha armada y no se sintieron apreciablemente sus efectos.

    En el seno de nuestro propio movimiento se movían dos tendencias bastante acusadas, a las cuales hemos llamado ya la Sierra y el Llano. Diferencias de conceptos estratégicos nos separaban. La Sierra estaba ya segura de poder ir desarrollando la lucha guerrillera; trasladarla a otros lugares y cercar así, desde el campo, a las ciudades de la tiranía, para llegar a hacer explotar todo el aparato del régimen mediante una lucha de estrangulamiento y desgaste. El Llano planteaba una posición aparentemente más revolucionaria, como era la de la lucha armada en todas las ciudades, convergiendo en una huelga general que derribara a Batista y permitiera la toma del poder en poco tiempo.

    Esta posición era sólo aparentemente más revolucionaria, porque en aquella época todavía no se había completado el desarrollo político de los compañeros del Llano y sus conceptos de la huelga general eran demasiado estrechos. Huelga general llamada por sorpresa, clandestinamente, sin una preparación política previa y sin una acción de masas, llevaría, el año siguiente, a la derrota del 9 de abril.

    Estas dos tendencias tenían representación en la dirección nacional del Movimiento, que fue cambiando con el curso de la lucha. En la etapa de preparación, hasta que Fidel partió para México, la dirección nacional estaba compuesta por el mismo Fidel, Raúl, Faustino Pérez, Pedro Miret, Ñico López, Armando Hart, Pepe Suárez, Pedro Aguilera, Luis Bonito, Jesús Montano, Melba Hernández y Haydée Santamaría, si mi información no es incorrecta, ya que en esta época mi participación personal fue muy escasa y la documentación que se conserva es bastante pobre.

    Posteriormente, por diversas incompatibilidades fueron separándose de la dirección, Pepe Suárez, Pedro Aguilera y Luis Bonito y, en el transcurso de la preparación de la lucha, entraban en la dirección nacional, mientras nosotros estábamos en México, Mario Hidalgo, Aldo Santamaría, Carlos Franqui, Gustavo Arcos y Frank País.

    De todos los compañeros que hemos nombrado, llegaban y permanecían en la Sierra, durante este primer año, Fidel y Raúl solamente. Faustino Pérez, expedicionario del Granma, se encargaba de la acción en la ciudad, Pedro Miret era apresado horas antes de salir de México y quedaba allí hasta el año siguiente en que llegaría a Cuba con un cargamento de armas, Ñico López moría en los primeros días del desembarco, Armando Hart estaba preso al finalizar el año que estamos analizando (o principios del siguiente), Jesús Montané era apresado después del desembarco del Granma, al igual que Mario Hidalgo, Melba Hernández y Haydée Santamaría permanecían en la acción de las ciudades, Aldo Santamaría y Carlos Franqui se incorporarían al año siguiente a la lucha en la Sierra pero en 1957 no estaban allí, Gustavo Arcos permanecía en México en contactos políticos y de aprovisionamiento en aquella zona, y Frank País, encargado de la acción en la ciudad de Santiago, moría en julio de 1957.

    Después, en la Sierra, se irían incorporando: Celia Sánchez, que permaneció con nosotros todo el año 58, Vilma Espín, que trabajaba en Santiago y acabó la guerra en la columna de Raúl Castro, Marcelo Fernández, coordinador del Movimiento, que remplazó a Faustino después de la huelga del 9 de abril y solamente estuvo con nosotros algunas semanas, pues su labor era en las poblaciones, Rene Ramos Latour, encargado de la organización de las milicias del Llano, que subiera a la Sierra después del fracaso del 9 de abril y muriera heroicamente como comandante en las luchas del segundo año de guerra;

    David Salvador, encargado del movimiento obrero, al que dio el sello de su acción oportunista y divisionista y que, posteriormente traicionaría a la Revolución, estando actualmente en la cárcel. Además, se incorporaron tiempo después algunos de los combatientes de la Sierra, como Almeida.

    Como se ve, en esta etapa los compañeros del Llano constituían la mayoría y su extracción política, que no había sido influenciada grandemente por el proceso de maduración revolucionaria, los inclinaba a cierta acción “civilista”, a cierta oposición al caudillo, que se temía en Fidel, y la fracción “militarista” que representábamos las gentes de la Sierra. Ya apuntaban las divergencias, pero todavía no se habían hecho lo suficientemente fuertes como para provocar las violentas discusiones que caracterizaron el segundo año de la guerra.

    Es importante señalar que, el grupo de combatientes que en la Sierra y en el Llano dieron la pelea a la dictadura, supieron mantener opiniones tácticas a veces diametralmente opuestas sin abandonar por eso el campo insurreccional, profundizando cada vez más su espíritu revolucionario, hasta el momento en que, lograda la victoria y luego de las primeras experiencias de la lucha contra el imperialismo se conjugaran todos en ana fuerte tendencia partidaria, dirigida indiscutiblemente por Fidel y se uniera luego a los grupos del Directorio y el Partido Socialista Popular, para formar nuestro PURSC. Frente a tas presiones extemas a nuestro movimiento y a las tendencias de dividirlo o dé penetrarlo, siempre presentamos un frente común de lucha y aun los compañeros que en aquel momento vieron con menos perspectiva el cuadro de la Revolución cubana, supieron estar al acecha de los oportunistas.

    Cuando Felipe Pazos, invocando el nombre del 26 de Julio, capitalizó para su persona y para intereses de las oligarquías más corrompidas de Cuba tos puestos ofrecidos por el Pacto de Miami, en el cual se apuntaba como presidente provisional, todo el Movimiento estuvo fuertemente unido en contra de esta actitud y respaldaron la carta1 que Fidel Castro enviara a las organizaciones de la lucha contra Batista. Reproducimos íntegramente ese documento por ser realmente histórico; tiene como fecha la de diciembre 14 de 1967 y está manuscrito por Celia Sánchez, ya que las condiciones de aquella época no permitían otro tipo de impresión..

    1 Esta carta se inserta a continuación (N. del E.)

    [Verde Olivo, 5 de enero de 1964]

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